MAESTRO DE LA FOTOGRAFÍA
PREDICANDO CON EL EJEMPLO
“El mejor maestro es el que predica con el ejemplo.” Esto quizá sea la mejor manera de definir a Fernando Golscher, un editor de fotografía y fotoperiodista que formó a una generación de jóvenes entusiastas de la fotografía de prensa durante la última década del siglo XX y los primeros años del siglo XXI. Más de una década y media en La Prensa Gráfica.
Y es que Golscher no solo enseñaba, sino que también le encantaba salir a la calle a buscar fotografías “diferentes”, a hacer sus propios reportajes gráficos, mientras evaluaba la edición del día junto a su equipo, participaba en reuniones de editores y escogía lo mejor para la edición del día siguiente. Además, tenía tiempo para revisar el material de los fotoperiodistas, dar uno que otro consejo o mandar a repetir una foto hasta que el fotógrafo regresara con el mejor resultado.
Para muchos que trabajaron bajo su tutela, era un “cabrón”, pero ahora, ya veteranos y con la experiencia que dan los años, todos los que consulté indirectamente se expresan con respeto y están seguros de que aprendieron mucho con Aurelio, como también se llama. Aquellos eran años dorados para la fotografía en La Prensa Gráfica, con un equipo de lujo que competía entre sí por tener las mejores imágenes sin perjudicar al compañero.
Cada vez que Fernando salía, regresaba con una foto diferente, y esto era porque la planificaba con antelación o porque su intuición de fotoperiodista lo llevaba a donde ocurría el suceso. También hay que agregar sus grandes dotes de creatividad y el uso de la técnica fotográfica. Así fue como, al final del siglo XX, mientras se realizaba el último plenilunio del siglo, regresó con una foto de la luna llena justo cuando es atravesada por un avión. Quizá muchos habrán tomado este tipo de imágenes, pero no desde la terraza de un edificio en el Centro de San Salvador.
Cuando ni siquiera se pensaba en las cámaras extremas, Golscher ataba una Canon al extremo del ala de una avioneta y regresaba con una foto nunca vista de una mujer caminando sobre el ala misma del aparato en vuelo a miles de metros de altura.
En aquellos tiempos se usaba un disparador de cable, y él iba escondido en el asiento trasero desde donde accionaba la cámara. También se dedicó a las historias humanas como “Calles sin retorno”, una historia de niños huelepega que llegaron a adultos en las calles de la capital.
Este trabajo le valió un premio a los Derechos Humanos. Trabajó temas de mujeres como el denominado “Hijos demandantes”, donde planteaba el compromiso de los padres de pagar las cuotas alimenticias de sus hijos, y otros temas varios, entre ellos “Amos salvajes”, donde retrató las sangrientas peleas de perros que, gracias al reportaje, fueron prohibidas en el país.
Una imagen difícil de olvidar es la realizada con un lente de 500 mm, justo cuando un pick-up atropella y pasa sobre una mujer en Soyapango. Y, claro, no podían faltar las fotos de eclipses, lluvias de estrellas y, por supuesto, los rayos durante las tormentas eléctricas. Más de alguno de sus discípulos sigue sus pasos y pasa noches en vela, apuntando al cielo, esperando superar sus fotos.
Francisco Campos.
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