EL MERCADER DEL CENTRO

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Hace ya más de un año que «Don Fran», desapareció del centro, un hombre de barba blanca y rala que con paso cansino caminaba por las calles del centro histórico, algunas vendedoras lo consideraban un hombre bueno y otras no tanto. Durante más de un año le tome fotografías y lo aborde media docena de veces para preguntarle por su oficio de «prestamista» Nunca accedió y tampoco quiso posar para un retrato. 

Durante aquel periodo de tiempo nunca se cambio su gastada camisa ni la docena de anillos de plata o acero que llevaba en los dedos, tampoco cuidaba de su larga barba blanca. El negocio de Don Fran, como le llaman algunas vendedoras es uno de los más viejos del mundo «prestamista». El trato con las vendedoras era sencillo, les entregaba $50 dólares y durante 20 días pasaba a recoger tres, al final  reunía $60.00 con lo que ganaba $10-00, si una vendedora no podía pagar los tres tenia un dólar de recargo por cada día atrasado. 

En fin las vendedoras necesitadas lo extrañan y otras aseguran que uno de sus familiares llego a cobrar las últimas cuentas, algunas sospechan que murió  en la pandemia otras piensan que decidió decidió retirarse del negocio. 

Los prestamistas pululan por las calles y mercados del centro capitalino y para las vendedoras de escasos recursos son un «mal necesario», Así que del préstamo que invierten en mercadería deben obtener la ganancia para subsistir y el capital y los intereses del préstamo. 

El préstamo y la usura han estado presentes en la historia de la  humanidad desde siglos aC. y aunque los prohíben las religiones siempre sigue vigente. Una vendedora benevolente dijo  «Se nos fue don Fran, si fue bueno o malo, que el señor lo perdone»


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