SAN ESTEBAN, LOS RECUERDOS DE UN TEMPLO PERDIDO
El 7 de enero de 2013, un voraz incendio consumió la iglesia San Esteban, al suroriente de San Salvador.
El templo había sido inhabilitado por los daños que le ocasionó el terremoto de 1986 y era uno de los pocos edificios sobrevivientes del siglo XIX.
La desidia de las autoridades religiosas y de las instituciones que velan por el patrimonio histórico mantenían en el olvido los trabajos de reconstrucción del templo hasta que, consumido por las llamas, desapareció del paisaje que adornaba el final de la Calle de la Amargura, de donde salía cada Semana Santa el tradicional Vía Crucis rumbo a la iglesia El Calvario, en una de las procesiones más grandes que se desarrollan en el centro de San Salvador.
Contrario a la respuesta que se ha dado en el mundo con el incendio de la catedral de Notre Dame, San esteban no recibió el apoyo de donativos de ninguna persona adinerada salvadoreña o extranjera. Aquel incendio fue el punto final de una época gloriosa para la feligresía católica, aunque en su fachada hay un rótulo que anuncia su futura resurrección.
El historiador Carlos Cañas Dinarte nos ofrece una colaboración sobre la historia de este histórico templo. Acompañado de una galería de fotografías de Francisco Campos y Carlos Fuentes, un rescatista que estaba presente cuando el fuego consumió la iglesia.
La iglesia de San Esteban, la joya perdida del centro de San Salvador
Por Carlos Cañas Dinarte
Cada 26 de diciembre, los hogares catalanes festejan a Sant Esteve, en honor a un judío de lengua griega que fue lapidado y se convirtió en uno de los mártires cuasi legendarios entre las primeras comunidades cristianas de la cuenca mediterránea. Ese día es tradicional que las familias se reúnan en torno a la mesa, donde han preparado diversas viandas típicas locales para prolongar la reciente festividad de la Natividad de Jesucristo.
En la provincia e intendencia de San Salvador, dentro del Reino de Guatemala, para el año 1807, ya existía en la zona sur de la ciudad capital una capilla o adoratorio dedicado a este santo de devoción catalana.
La ubicación del templo era estratégica porque marcaba el punto final de los recorridos procesionales del Vía Crucis y del Santo Entierro cada Viernes Santo, cuyos devotos cargaban las andas con las efigies durante muchas horas sobre la Calle de la Amargura, desde el extremo oeste marcado por el templo de El Calvario.
Mediante donaciones y otras formas de captación de recursos, poco a poco, aquella estructura efímera dedicada a San Esteban se fue transformando y, entre 1854 y 1873, ya contaba con un templo de madera y adobe, techo de tejas y campanario lateral trasero. Por desgracia, el gran terremoto del 19 de marzo de 1873 derrumbó esa edificación y hubo la necesidad de emplear nuevos materiales para su reedificación.
Entre 1873 y 1890, la comunidad catalana residente en San Salvador era cada vez más numerosa y creciente. Se dedicaba a la fundación y administración de ferreterías y al negocio de importaciones de textiles y diversos materiales desde Cataluña y otros puntos de Europa, para así abastecer a varios de sus almacenes abiertos en la zona céntrica de San Salvador.
Gracias a ese poder económico acumulado, la comunidad catalana residente comenzó a hacer donativos para reconstruir el templo de San Esteban con madera y lámina troquelada, porque entonces se consideraba que eran materiales sismorresistentes.
Además, estableció varias capillas y camarines internos dentro de la nave central para colocar efigies coloridas y ricamente adornadas para rendirles devoción a otros hombres y mujeres del santoral catalán.
Entre esos personajes estaban Sant Cugat (o San Cucufate, quien aún posee un enorme monasterio en el municipio catalán de ese nombre, el segundo más rico en todo el territorio español) y Santa Eulália, la Laia tan querida junto con Santa Carme, Mare de Déu del Carmen, Virgen del Carmen o Nuestra Señora del Carmen. En el caso de estas vírgenes, ambas tienen días feriados y festividades especiales dentro del calendario burocrático y escolar de la ciudad condal de Barcelona.
Desde mediados de la década de 1920, la estructura del templo no recibió más modificaciones ni mantenimiento preventivo. La madera comenzó a debilitarse y la lámina comenzó a ceder ante las inclemencias de la humedad ambiental y la estación de lluvias y huracanes, como el que azotó a la zona en junio de 1922.
Afectada por varios huracanes en la década de 1970 -entre ellos, el recordado Fifí-, la iglesia de San Esteban sufrió daños considerables a causa del terremoto del 10 de octubre de 1986, que le demolió una de sus torres de la fachada.
Para entonces, El Salvador llevaba siete años sumido en la guerra y el acceso al templo se veía limitado por el cordón de seguridad establecido frente al Palacio Negro o cuartel central de la Policía Nacional (PN).
Por eso motivo, muchas personas de San Salvador no se dieron cuenta de los graves daños que presentaba el templo sino hasta después de la firma de los Acuerdos de Paz, el 16 de enero de 1992, cuando aquellas barreras y bloqueos fueron removidos y se permitió las libres circulaciones peatonal y vehicular por dicha zona.
Algunos fenómenos naturales de gran envergadura, como la tormenta tropical Mitch, en 1998, o los terremotos del 13 de enero y 13 de febrero, en 2001, contribuyeron aún más a la debilitación estructural del templo. Sin mayores apoyos de la ciudadanía o de la empresa privada, ni las autoridades eclesiásticas ni culturales del país trazaron un plan efectivo de rescate del templo.
Al final, un incendio consumió en pocas horas la totalidad del edificio religioso y sus escasos bienes internos, en la tarde del 7 de enero de 2013.
Poco pudieron hacer las dotaciones de bomberos asignadas para combatir aquel desastre, al que el fuego sólo puso el cierre dramático tras un poco más de dos siglos de funciones para la feligresía nacional y catalana residente y descendiente.
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