Las cruces de las calles

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“Levántate espíritu del suelo y ándate para el cielo”, así cantan las rezadoras católicas en el sitio donde ha muerto una persona para que el difunto descanse en paz. Este canto se complementa con la colocación de una cruz en el sitio donde murió la persona, especialmente si fue en la vía pública y  como las que se observan en las carreteras salvadoreñas.

 

A finales del siglo pasado, se colocaban cruces en los lugares  de muertes violentas; hoy sólo ocurre en las ocurridas en accidentes, según historiadores salvadoreños.

En Panchimalco, hacia 1920, a esta ceremonia se le denominaba “el arriado del alma”, era un acto donde las mujeres, con sus faldas, levantaban el alma del fallecido para liberarla de la tierra; luego se colocaba la cruz.

Tradición católica

La tradición católica señala que, desde el bautismo, el sacerdote coloca una cruz con los santos óleos en el pecho; a partir de ese momento se pertenece a Cristo; el símbolo acompaña toda la vida y al morir se coloca la cruz para indicar que se trata de un lugar bendito. Antes de ser instalada, la cruz debe ser bendecida en una misa para que las personas que pasan por el lugar la veneren.

Cada año, los familiares del difunto llevan flores y velas para recordar a su pariente; por eso a lo largo y ancho de El Salvador se observan cruces bellamente adornadas. Se trata de un homenaje para las víctimas. Aunque la tradición se está perdiendo con las nuevas generaciones, es de hacer notar que desde las más antiguas edades y culturas se ha rendido culto y honra a los antepasados.


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